Entrar en esta histórica taberna es meterse en el túnel del tiempo y sentir que nos hemos trasladado a otro siglo. No en vano la Taberna de Antonio Sánchez fue fundada en 1830 por el torero que da nombre al local. Todo, la fachada de madera, la hermosísima barra de zinc, la decoración, las fotografías y el mobiliario nos remiten a una novela de Pérez Galdós.
Lo bueno es que no solo de nostalgia vive esta antigua botillería. El rabo de toro, los caracoles, los chipirones en su tinta o el morcillo están para chuparse los dedos. Y de postre no debería faltar otra de sus especialidades: la torrija. Es todo un privilegio poder seguir comiendo y bebiendo cañas en lugares con tanta historia y tanto presente como este.