La gente del barrio no tiene dudas: entre los bares de la bulliciosa Bravo Murillo Casa Sotero es el elegido. Fundado en 1934 este pequeño bar no se distingue de otros por su decoración ni por su diseño, pero sí que lo hace por su autenticidad, por los platos que salen de su cocina y por el agradable trato de su personal.
Ojo a sus torreznos y a sus impecables y jugosas mollejas de cordero, aunque tampoco desmerecen sus bravas, el pincho morunoo los riñones al ajillo. Conservas–mejillones, berberechos, navajas, anchoas del Cantábrico, boquerón con anchoa–, ibéricos, canapés, ensaladas y una buena colección de raciones complementan una oferta que no deja indiferente. Y un plus que siempre agradecemos: tiran las cañas con una profesionalidad digna del mejor maestro.