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Dónde mejor para darle al food finger que en un local inspirado en la cultura americana y el rock n’ roll cincuentero. Este bar del número 4 de la calle San Mateo, a pocos pasos de la parada del metro de Tribunal, es perfecto para tomarse unas cañas con amigos al ritmo de buena música y, cuando el hambre llame la puerta de vuestras barriguitas, lanzarse a probar algunas de sus muchas opciones de picoteo. Aquí, lo bueno, es que no hay que preocuparse por el tenedor y el cuchillo. Las manos y la boca será todo lo que necesitéis para poneros las botas con sus nachos con queso y guacamole, el fried chicken de la casa (probadlo con salsa de mango), sus croquetas de cheddar y coco o de pollo al Chipotle o sus ricos perritos. Así de sexy.
Nada como un bar de los de toda la vida cuando se despierta en nosotros el monstruo de las galletas, o en el caso que nos ocupa, del picoteo a dos manos. En la Cervecería Arganzuela, uno de los bares míticos del barrio y la calle que les da nombre, puedes practicar tu deporte favorito con un puñado de propuestas. Nosotros nos quedamos con sus raciones típicas andaluzas de pescaíto frito y sus cañas perfectamente tiradas (algunos dicen que son las mejores de Madrid). Boquerones, calamares, cazón, etc. Todo producto fresco y de una calidad inmejorable. Casi ná, quillo.
No podía faltar en una guía como esta la siempre amada hamburguesa. Pero como somos tan guays, nos hemos decantado por una apuesta mazo arriesgada. En Yatai Market nos encontramos con reinterpretaciones de la hamburguesa tradicional con una vuelta de tuerca: cocinadas al más puro estilo asiático. Pero aquí no queda la cosa. También puedes probar sus torreznos al estilo filipino con salsa agridulce o sus baos rellenos de carnes a los cinco perfumes. Y para completar tremendo festín, nada como un buen tercio de Mahou.
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Ya seas o no gato (en castellano, madrileño de pura cepa), este sitio te va a encantar. Frecuentado por madrileños de toda la vida, esta taberna castiza de la calle Ponzano poco tiene que ver con los modernos restaurantes vecinos. Aquí, la solera es parte de la carta y, aunque reformado con cierto toque hípster, La Mina sigue conservando el atractivo de sus orígenes, allá por los años 40. Un sitio donde dejar el tenedor a un lado y darse un homenaje con una buena ración de gambas a la parrilla y unos pinchos morunos, sus dos grandes hits. ¿Qué te quedas con hambre? Lávate las manos y vuelve a empezar. Empanadas, quesos, ostras, vieiras… Only gastrotemazos para tu cuerpo.
