Nunca sabremos si fue primero la gallina o el huevo. Y nunca sabremos por qué la calle Ponzano tiene el alto nivel gastronómico que tiene, al margen de modas y tendencias porque ya son unos cuantos años en la cima del tapeo capitalino.
Sea como fuera hoy nos hemos ido a la barra del Pinzano, un bonito y cómodo bar que ya se ha ganado el corazón de los vecinos y de los visitantes. Y lo ha hecho gracias, entre otras cosas, a sus deliciosas y cremosas croquetas caseras: pollo o jamón, morcilla, boletus, queso azul con nueces, mejillones, calamares en su tinta, mortadela trufada o picante… Si es la primera vez que vienes pídete una de cada y luego decide cuál te gusta más. También destacan sus pinchos que van cambiando cada día y sus sorprendentes quesadillas, desde la de carne, cheddar y cebolla hasta la de membrillo y mostaza. Para compartir hay ensaladilla rusa, trío de hummus, revuelto de morcilla, ensaladas, steak tartar y un tartar de aguacate, gambas y salmón que quita el aliento de lo rico que está. Y un extra importante: en la planta baja dispone de una zona privada –ladrillo visto y sofás– para celebraciones o reuniones de grupo.