Fundado en 1964, nos encanta por dos motivos: por lo bien que atienden y por sus inigualables especialidades: los calamares fritos y las patatas bravas. Eso no quiere decir que no tengan muchas, muchísimas cosas más que merezca la pena probar: ahí está la hamburguesa de buey, sin ir más lejos. También hay buena sepia, chopitos, oreja, huevos rotos al gusto, boquerones fritos, bienmesabe, croquetas de jamón, lacón a la gallega y gambas al ajillo.
Las comidas y desayunos son su fuerte; para cenar solo despachan raciones. Salón para 30 comensales y estupenda y amplia terraza para 60 personas (abierta en invierno). Buenos menús del día económicos y platos combinados que resuelven cualquier apuro. Ah, ¡y wifi!