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Guía_
Ruta de Bares Míticos por Madrid
Los bares míticos de Madrid para recorrer la ciudad como un auténtico gato. Ven y descubre con nosotros aquello que ni se ve ni se paladea, se siente.
Podemos sentenciar que por sus impresionantes bares míticos conocerás Madrid, entre sus calles, sus gentes y sus museos, los bares son parte de la cultura madrileña. Para recorrer la ciudad como un auténtico gato (madrileño) tienes que saber alternar, es decir, ir de bares. Y estos son los primeros, los principales, de aquí partimos para ir a más, siempre a más.
Sabemos que ahora se llevan las tostadas de aguacate y los hummus, no tenemos nada en contra pero nada supera a un caña con su tapa, y hablando de esta ciudad hay varias que no pueden faltar en los bares míticos de Madrid: los calamares, los callos y los caracoles. Quizá la tortilla de patatas, que no es nuestra pero ni falta que hace, es de todos y de nadie.
Guarda bien esta selección porque luego te lo van a preguntar amigos guiris, y bueno los que no lo son tanto. Y aquí están los fundamentales para vivir una experiencia castiza. Luego ya les mandas al Rastro y para completar la aventura.
La selección recorre la ciudad, es lo bueno de tener tanto bar mítico, casi en cualquier parte te vas a encontrar uno. Y entre ellos los más especiales, los que tienen fama o una mítica leyenda que los hacen únicos. Si eres más de bares modernitos, déjate llevar y vive un poco ese Madrid impertérrito Ven y descubre con nosotros aquello que ni se ve ni se paladea, simplemente se siente.
Cuando parece que nuestra identidad gastronómica se empapa de referencias foráneas, todavía quedan lugares con el carisma de Casa Amadeo. Un sencillo e histórico bar familiar abierto por el gran Amadeo Lázaro en 1942 y que se ha especializado en los platos más raciales de nuestra gastronomía. Casa Amadeo resume de manera perfecta lo que es el espíritu de un domingo en el Rastro. Antológicos los caracoles en salsa–elaborados con pimentón, cebolla y ajo–, en su punto meloso los callos y el codillo, tiernísima la oreja adobada a la plancha y apetitosos los zarajos en salsa, por poner algunos ejemplos de una carta de la que tampoco hay que perderse el bacalao rebozado o la tortilla de patatas. Lo mejor que podemos hacer es acomodarnos en su infinita y alargada barra, o si lo preferimos también podemos sentarnos en su pequeña terraza situada en plana Plaza de Cascorro. Más mítico no puede ser.
El Benteveo es el ejemplo perfecto de cómo lo antiguo y lo nuevo pueden coexistir en un bar gracias a la reforma hecha por sus nuevos propietarios. Lo que era un bar anodino y sin encanto se ha convertido, por arte de magia, en un local con encanto–ahí está el mobiliario setentero original– que se nos antoja perfecto para tomarse unas cañas, merendar o hacer tiempo antes de una sesión de la “filmo”, ya que está ha solo unos pasos.
Madrileñísimo local este que se ubica en Puerta Cerrada y fue abierto en 1910 por Santiago Revuelta; ahí es nada. Gozan de merecido prestigio su bacalao rebozado –tiernecito y sin las molestas espinas por las que, a veces, nos da pereza enfrentarnos a tan magno plato–, sin olvidar los torreznos –otra ración muy nuestra que, cuando no está bien hecha, mejor olvidarla–, los callos, las sardinas escabechadas, un queso curado que tira de espaldas
Bienvenido a uno de los iconos de Malasaña, La Bicicleta. Ubicada en pleno epicentro de la modernidad madrileña, en la Plaza de San Ildefonso, esta cafetería es el sitio perfecto para sentarte con tu ordenador y trabajar en un entorno diferente mientras te tomas un buen café y una tostada con aguacate, o un panecillo con aguacate, salmón y huevos. Pero si el café no es lo tuyo, puedes elegir entre su selección de vinos o tomarte una cerveza bien fresquita. Aunque también puedes acercarte para tomarte un gin tonic y qué decir de los brunch, aquí todo momento es bueno para venir.
Todo un clásico en pleno bullicio de La Latina con cierto halo añejo de tasca antigua que lo hace muy acogedor. Es un lugar bastante pequeño que se llena la mayoría de las veces de gente que acude a tomar cerveza bien tirada y fresca con la que te ponen unas tapas de embutido y queso, ¡por Dios el queso…!, que son un lujazo. El trato que se dispensa aquí es familiar y agradable, ya hemos dicho que se pone hasta la bandera, pero añadimos que el ambiente es de los mejores, si no el mejor, de la zona. Muy auténtico.
Un clásico de Lavapiés, un bar mítico de Madrid, de clásicas de tapas, cañas y buena cocina, de trato afable y profesionales de la hostelería.
Siempre tiene ambiente, desde por la mañana, cuando sirven buenos desayunos que a mí, especialmente, me gusta tomar en la terraza de la calle después de la calma que se respira tras la entrada de los niños en un colegio cercano; al mediodía, con su menú casero y tradicional; y por la tarde-noche, momento en que te vamos a recomendar de su carta las croquetas de cecina y queso. La tortilla de patatas es exquisita. Están muy buenas también las alitas de pollo, las patatas bravas y la empanada gallega. Pero tienen un carta muy extensa, de modo que hay donde elegir.