Dulce, inquietante y cálido el resplandor que ofrece el mítico Iberia, a escasos metros de Malasaña. Un refugio para todos aquellos que cumplen, por unas u otras razones, turno de noche.
Aquí se puede comer un bocadillo, un plato combinado o una ración de albóndigas–y no hay muchos en Madrid– a altas horas de madrugada. Lo mejor la variada y entretenida clientela: taxistas, fiesteros, insomnes . De todo un poco. Si ves una legión de taxis afuera es que está abierto. Si no, es que hoy no le tocaba estar hasta tan tarde.