Doblemente sublime La Dolores: por sus cañas extraordinarias tiradas con arte incomparable, y por esos platos de boquerones en vinagre con su guarnición de patatas fritas, que salen de cocina sin descanso.
No puede faltar, en la ruta por el bajo Barrio de las Letras, la parada en esta taberna reconocible por sus azulejos, sus camareros bien dispuestos, por su prodigioso mostrador de mármol, su gentío en la barra y –en otro orden de cosas– sus vistas a la iglesia del Cristo de Medinaceli, siempre con una cola de aúpa.