Esta taberna, que simula un viejo vagón de madera y con mucha solera, la abrió un antiguo bailarín flamenco nacido en la misma calle Ferrocarril, Luis Fernando, cuando se retiró de los escenarios. Con inspiración ferroviaria; la iluminación la producen viejas lámparas de gas como las de las locomotoras, las ventanas de madera se abren de abajo arriba, como en los trenes; y los posapiés son raíles de vías.
Cuenta con un espacio privado para los amantes del flamenco y de los toros. Y el flamenco, cómo no, es la música que suena en el local. Es el sitio ideal para tomar unas cervezas y cenar de raciones: oreja a la plancha, patatas bravas, la rica carne de Zamora, hamburguesas, perritos calientes, hummus libanés. No pases por alto el distintivo que cuelga de la puerta de los baños.